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Cómo buscar documentación de nuestros antepasados de la inclusa

Updated: Jul 15

Tener un antepasado en la inclusa significa que no podremos conocer, en la mayoría de los casos, quiénes eran sus padres y que ahí se para nuestro avance en la construcción de nuestro árbol genealógico en esa rama. Pero eso no quiere decir que no podamos averiguar datos biográficos fundamentales e, incluso, sentimentales de nuestros ancestros a los que un día abandonaron.

Hoja del libro de Entradas y Pagos de la inclusa correspondiente a una huérfana.
Libro de Entradas y Pagos de la inclusa. Foto de Luz Rodríguez

Documentos básicos para iniciar la búsqueda genealógica: partidas de nacimiento


Empecemos por lo fácil. Partiremos de la certificación de nacimiento del Registro Civil o de la partida de bautismo de uno de nuestros ancestros que nos sea fácilmente localizable como, por ejemplo, las de nuestros abuelos. En ellas aparecen referencias a tres generaciones: el recién nacido, los padres y los abuelos paternos y maternos. Y ahí ya veremos si alguno es “natural de la inclusa”.


Archivos históricos provinciales


Si hacemos lo mismo con nuestros 8 bisabuelos, ya tenemos información de la naturaleza de 16 tatarabuelos y 32 trastatarabuelos. Si alguno de ellos pasó por la inclusa, el siguiente paso será localizar el archivo histórico que custodia la documentación de las inclusas que en el siglo XIX y a principios del XX estaban bajo el control de las diputaciones provinciales. En algunos casos será el Archivo Histórico Provincial y en otros el propio de las Diputaciones. Si no se encontrasen allí, esas instituciones sabrán orientarnos dónde están depositada la información que buscamos.


El Registro de Ingresos


Las inclusas mantenían libros de registro diversos. Uno de los más interesantes es el Registro de Ingresos. En él se anotaban el día y la hora de la llegada de cada bebé, y si entraba por la puerta o lo dejaron en el torno, que protegía la identidad de la persona que allí los dejaba. Esa era la entrada de los menores abandonados en los pueblos y remitidos a la inclusa, pero también los niños nacidos en maternidades que ocultaban el nombre de las embarazadas y, en menos casos, el de los niños legítimos, a los que sus padres no podían cuidar, por pobreza extrema o enfermedad.


En el Registro de Ingresos también se podía anotar el tipo de ropa de la criatura, especialmente cuando había algo que la hacía especial, como una cinta roja o una manta de calidad, que pudiera servir para identificar al menor en el caso de que el futuro un familiar lo reclamase.


También escrupulosamente se dejaba constancia de cualquier nota que pudiera aparecer prendida al tejido que envolvía al niño: “cuiden bien, que Dios lo pagará”, si estaba ya bautizado, el nombre o apellidos que les gustaría que le pusieran. Incluso intenciones de volver por ellos o las razones para el abandono, como la enfermedad o no tener leche.


Pero en la mayoría de los casos no hay referencia a las ropitas de los niños, porque eran muy humildes e indicativas de nada más que la miseria de la madre o de los padres y tampoco de notas. En 1850 el 75 por ciento de la población en España era analfabeta, y en 1900 todavía lo seguía siendo la mitad de la población. Además, afectaba más al campo que a las ciudades, y más a las mujeres que a los varones. Por lo que aunque muchos progenitores quisieran dejar una nota, no sabrían cómo hacerlo.


Libros de Entradas y Pago


Otro libro a revisar es el de Entradas y Pagos, que registraba las cantidades pagadas a las nodrizas externas y que permite saber si la inclusa entregó a nuestro antepasado a una nodriza. Otros datos interesantes son la fecha de entrega a esa mujer, su nombre y apellidos y los de su esposo, ya que solo se entregaban a mujeres casadas que ya hubieran tenido hijos biológicos. A través de esas anotaciones podemos saber el lugar adonde se lo llevaron y criaron. También si pasaron por más de una familia.


Incluso pasados los años podremos saber si el niño o la niña se quedaron con la familia de acogida cuando cesaron los pagos del estado por cuestión de edad o regresaron a la Inclusa primero y al Hospicio después, ya que también hay registro del hospicio donde se anotaba qué oficio aprendían los varones y el poco dinero que podían ahorrar por sus trabajos durante la adolescencia, antes de acabar toda tutela. En el caso de las mujeres que pasaban por el hospicio, casi todas acababan en el servicio doméstico.


Otros libros de la Inclusa


Otros libros interesantes de la inclusa son los de Bautizos, que revela los gustos del cura a la hora de nombrar, el de Difuntos, que nos muestra con nombres y edades, en muchos casos en meses, el espanto de la muerte de los más débiles.


Haciendo una investigación detallada es posible en muchos casos dar con expedientes desgarradores de madres que fracasaban en su intento de saber de sus hijos. Se estrellaban contra el silencio de la ley que obligaba a entregar a los niños a nodrizas de ayuntamientos distintos a los del lugar donde habían sido abandonados y a negar toda información a las madres que querían saber pero no podían hacerse cargo de sus hijos.


También hay preguntas que quedaron sin respuestas, como las de los incluseros, quienes ya de adulto demandaban información. Que si sabían quiénes eran sus madres. Que si sabían de dónde eran. Que si sabían si tenían derecho a una compensación por los años en los que se deslomaron trabajando en casa de su nodriza. La respuesta era siempre no, no y no.


Registro de Pobres


Otro archivo en el que investigar es el del ayuntamiento de la nodriza que crió a nuestro antepasado, si ese fue el caso. Ahí podremos consultar su anotación en el Registro de pobres, que le daba derecho a recibir asistencia médica y medicinas gratis y si se morían, a que el estado corriera con los gastos de entierro.


No es posible construir el árbol genealógico en la rama que le tocó la inclusa, pero sí vislumbrar los contornos de una vida tallada por el abandono y el trabajo de sobrevivir.


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